No tengo ni pajarera idea de cómo va a salir esto.
Lo digo porque soy (o más bien, era, que una va aprendiendo) una negada para esto de los ordenadores, e igual toco algo que no tenía que tocar y se va la entrada a donde yo me sé.
Bien, pues hace tiempo, SÍ toqué algo que no tenía que tocar.
Toqué mis insaciables ganas de mandar mi antiguo trabajo a donde yo me sé. (Otra vez). (O, más bien, mandar a donde yo me sé a las personas que había en él. No a todas, solo a algunas).
Las vueltas que da la vida (y un anuncio ignorado)
Entre tantas idas y venidas, entre tantos voy a hacer esto, luego lo otro y para acabar lo de más allá, un día por allá el marzo de 2019, me metí en Facebook.
Luego te acabo de contar esa historia.
Ahora, me voy a meter de lleno en el mundo pre-pandémico para que me conozcas un poquitín mejor.
Verás.
Siempre he tenido complejo de «niña pueblerina»: naces y vives en un pueblecito chico, muy acogedor y encantador pero que no te acaba de convencer en tus años mozos.
No porque no haya personas interesantes y cosas por hacer. No.
Sino porque parece que ese pueblecín tiene un límite muy claro, muy marcado.
Y te presentan la oportunidad de irte fuera. Lejos. Bien lejos. A la gran ciudad.
Si te digo que la niña pueblerina vivía en un pueblo de la Costa Brava norte, bajo los Pirineos, ¿te imaginas qué gran ciudad es esa a la que se aventuró?
Exacto.
Barcelona.
Y, como se me daban bien los idiomas, oye, por qué no. Me metí a estudiar traducción. Del inglés. Y del chino.
Hasta aquí bien.
Niña pueblerina, tímida y reservada se va a la ciudad a estudiar.
No te imaginas el choque cultural que supuso: coches y edificios por todos lados, ruido y olores que nunca había sentido.
Pero aquello trajo algo bueno: conocimientos, reflexiones, desarrollo personal, pensamiento crítico y unas ganas irrefrenables de volver a mi pueblecito, al campo, a la montaña.
Un mundo laboral sin (aún) copywriting
Después de la fase alocada y despeinada que supone a veces la universidad, me metí de lleno en el mundo laboral.
Cómo no, los típicos tópicos se tienen que cumplir.
Y sí, amigos y amigas: acabé en una empresa de traducciones, gestionando proyectos de traducción.
No veas el estrés. Bueno, el estrés y muchas otras cosas que no hacen más que dejarte las cervicales más cargadas que un camión de Amazon por Navidad.
Total, que entre pocas horas para dormir, muchas excusas para buscar un trabajo nuevo y demás, un día, un día por allá el marzo de 2019, me metí en Facebook.
Y vi un anuncio que me hizo parar.
Un hombre con camiseta negra que lucía el lema: Soy Copywriter. Un señor normal y corriente, sin traje. Alguien que te encuentras por la calle.
Y que me hacía una promesa: vive de escribir.
Su nombre: Javi Pastor, comandante de la nave Soy Copywriter.
«Mñe, tonterías». Pensé yo. Y seguí haciendo scroll.
Un scroll infinito que en aquel momento me llevaba a distraerme de mis problemas y a aplazarlos.
Pero no era consciente aún de que me había topado con la solución.
Al día siguiente, misma rutina: levantarse, desayunar, anuncio de Javi Pastor, coche, trabajo, comer, trabajo, salir, coche, casa, escalar, dormir.
Y entre medias, el mismo anuncio.
Esa rutina se fue replicando varios días más hasta que di el paso. (¡Ese anuncio consiguió su objetivo!). Y me inscribí al lanzamiento y a las cuatro clases que proponía aquel tal señor Pastor.
Asistí a todas las clases gratuitas, hice todos los ejercicios. Pregunté y participé.
Pero entonces, no me hice copywriter.
Porque algo dentro de mí me decía que no era el momento aún. Que mi situación mejoraría y sería más feliz con lo que ya tenía.
(Mi situación no, pero las ganas de las que te hablaba al principio, esas ganas de mandar mi trabajo a donde yo me sé, sí que mejoraron: se hicieron más intensas).
Viendo ese panorama, me hice la firme promesa de que al siguiente lanzamiento, me apuntaría.
Cosa que me dolió un poquitín, porque habían subido el precio. Pero también habían subido la calidad.
Mis inicios como copywriter
Unos inicios llenos de ganas, motivación, y el despido más feliz de la historia
A día de hoy, creo que es la mejor decisión que he tomado.
He conocido a personas maravillosas que me han ayudado en la formación y me han aportado distintos puntos de vista.
Y, lo más importante: he encontrado el trabajo y modo de vida perfecto para mí.
Eso no quiere decir que no sufra estrés de vez en cuando y que no me ataque la ansiedad con ciertos temas técnicos.
Pero sí quiere decir que soy infinitamente más feliz trabajando en algo que me gusta, para mí. Con todos los dolores de cabeza que eso pueda suponer.
Realmente, siento que te hayas tragado esta historia tan tocha. Pero es que me ha salido así.
Tenía dilemas entre si aprovechar este post para presentarme o para hablar sobre algo de copywriting. Que al final, es de lo que va a ir este blog.
Y traducción, no nos olvidemos de la traducción.
Pero esta es mi historia. Como la tuya, como la de tus amigos.
Una historia en la que se han dado las condiciones necesarias para solucionar mis necesidades.
Ten en cuenta, y esto te lo explicaré más adelante, que con el copy también se solucionan necesidades.
Por el momento, si te apetece, puedes visitar mi página Sobre mí, en la que te explico un poquitín más de mi persona y de lo que hago.
También, si quieres, puedes compartir este post inicial con tus contactos y así me conocen. A alguien que está empezando siempre le viene bien un poquito de ayuda. Y, por supuesto, te lo agradecería un montón.
Y, por ahora, ¿te animas a resumirme tu historia en los comentarios? Me encantará conocerte. 🙂
¡Un abrazote!
Olga